PARÍS - NIZA
Con Nibali, De Gendt y Pinot perezoseando aún (les espera una segunda parte del calendario de aúpa), me presenté en Houilles con Rui Costa como principal baza para luchar por la general final y con una buena pléyade de jóvenes insolentes con los que agitar la carrera (Barguil, Herrada, Majka...). Una muy discreta participación me hacía albergar esperanzas de que el podio era viable y aunque los Contador, Horner, Porte, Van den Broeck o Pozzovivo eran rivales de enjundia, no eran la pléyade de cracks que sí se iba a presentar en la línea de salida de Tirreno sólo tres días después.
Una miniprólogo de apenas 3 kilómetros servía para poco más que otorgar el primer maillot amarillo (Westra) y para marcar distancias inferiores a 15 segundos entre todos los favoritos. Las dos siguientes etapas tampoco iban a servir para nada que no fuese comprobar como los velocistas del momento, Cavendish y Kittel, hacían una muesca más en sus cinturones y como una de mis joyas de la corona, Taylor Phinney, se ponía de líder gracias a las bonificaciones. Aunque le iba a durar poco la alegría al americano pues ya en la cuarta etapa, un pequeño puerto de segunda a escasos 15 kilómetros de meta le iba a servir al belga Gilbert para conseguir su primera victoria del año y de paso enfundarse el jersey de líder. El belga repetiría maniobra al día siguiente, esta vez sobre un recorrido mucho más abrupto, y en el que un guerrillero y muy astuto Rui Costa supo estar en el corte que provocaron el propio Gilbert junto a Voeckler y Paolini en el penúltimo puerto de segunda de la jornada, para acabar arañando todos, 49 segundos al grupo de favoritos.
Así, con ventaja sobre todos ellos, se llegaba a la que prometía ser una de las dos jornadas decisivas de esta París-Niza: la de la llegada en la La Montagne de Lure. Y así acabó siendo, de hecho fue El Día-D de esta edición de La carrera del sol, porque en sus rampas el madrileño Alberto Contador asestó el golpe definitivo a la clasificación. A casi dos minutos del corredor de Saxo Bank se presentaba el segundo clasificado, el americano Chris Horner y a poco más de 3, el portugués Rui Costa, que aventajaba en un minuto a Pozzovivo y en casi dos al grupo de favoritos. Si la carrera estaba perdida, el podio parecía asegurado. Por eso, camino de Niza, al día siguiente, con dos puertos de primera aunque algo lejos de meta y un terreno de lo más quebrado hasta llegar a ellos, se intentó una pequeña emboscada con la que buscar la sorpresa final, el vuelco en la general. Y aunque durante unos kilómetros Contador llegó a estar verdaderamente contra las cuerdas, finalmente solventó la papeleta en el puerto y el resto de la etapa fue un plácido paseo para todos por la Costa Azul.
Una trés bellé operatión de los Radioshackguys, camino de Niza, amenaza con tumbar a Contador.
Las distancias entre los primeros de la general eran tan significativas que de la cronoescalada final al Col d'Eze no cabía esperar más que la emoción por saber quién iba a ser el ganador de la etapa. Y tampoco este dato parecía ofrecer muchas dudas pues todo lo que no fuese otra victoria más del madrileño iba a ser una gran sorpresa. Como así fue. Rui Costa, por su parte, logró mantener a raya al francés Voeckler, cuarto clasificado, al que aventajó en meta en 12 segundos. Sin embargo perdió otros 13 con Horner que a su vez se veía superado por Contador en 44 segundos. Concluida la carrera, el podio del portugués y el maillot blanco de Majka como mejor joven junto al día de líder de Phinney, constituían todo el bagaje de este joven Radioshack. Quizá faltó una victoria de etapa para redondear la participación pero la realidad es que se acabó lo más alto que podía acabarse. Por encima de ese tercer puesto sólo podía aspirarse a estar en caso de que alguno de los dos capos de la carrera fallase. Y no fallaron.
TIRRENO - ADRIÁTICO
Muy distinta de La carrera del sol fue ésta de Los dos mares. Para empezar la formación que llevé era algo más consistente, con Cancellara como cabeza visible y los Talansky, Kwiatkowski, Capecchi o Aru como guerrilleros outsiders. Pero el problema en este caso iba a ser la participación. Sky acudía a Italia con todo lo que tenía salvo Porte. Froome, Wiggins y los colombianos Henao y Urán eran la punta de lanza del equipo británico. Además estaban Evans y Van Garderen con BMC; Purito Rodríguez y Dani Moreno con Katusha; Kreuziger y Roche con Saxo-Tinkoff; Sagan y Basso con Cannondale; Quintana, Visconti y Kiserlosvki con Movistar; Tony Martin y Stybar con Omega Pharma; Gesink, Gerrans, etc... todo un quién es quién de la nobleza ciclista.
Pero ya el primer día las cosas empezaron a torcerse pues en la crono por equipos inaugural, el Sky se salía del listón (tanto que de hecho al final el propio Froome perdió rueda de sus compañeros y cedió 2 segundos en meta) y aventajaba a Omega Pharma, segundo clasificado, en 30 segundos. Mis chicos, sorprendentemente discretos, no pasaban del noveno puesto y quedaban ya a más de un minuto del líder, el británico Geraint Thomas. Si ya antes del inicio estaba claro que la participación y el recorrido iban a obligar a correr a la contra, el nuevo escenario derivado de esta contrarreloj apuntalaba esa sensación. Por eso, tras la tregua del segundo día en el que Greipel lograba la victoria de etapa, el suizo Cancellara buscó la sorpresa en el descenso del repecho final, situado a escasos 5 kilómetros de la meta. Acompañado por el italiano Nocentini, que al final se convertiría en el ganador de la etapa, el Expreso de Berna lograba recuperar 35 segundos al pelotón, encabezado también por otro Radioshack, el polaco Kwiatkowski. ¿Había comenzado la remontada?
Poco habría que esperar para despejar la incógnita pues el cuarto día de carrera se afrontaba la llegada a Prati di Tivo, la única llegada en alto de esta Tirreno'13. Con la necesidad de recuperar tiempo con quién fuese y donde fuese, la táctica consistió en lanzar desde el primer momento a todos mis chicos intentando filtrarlos en las fugas que se iban formando. Así, Capecchi, Aru y Seeldraeyers consiguieron juntarse en cabeza de carrera y llevar a Kwiatkowski en volandas hasta el último puerto. Pero el polaco, fatigado ya a mitad de subida iba a ser presa fácil para Las Bestias. Froome, Quintana, Purito, Evans y Kreuziger iban a dar cuenta de mi joven promesa mientras que Talansky sufría por mantenerse a rueda de Visconti y minimizar la pérdida. Cancellara, descolgado desde que se produjo el primer ataque en la primera rampa, se dejaba ir. Estaba claro que la baza para la general iba a ser el americano y que sus compañeros debían ahorrar fuerzas para las jornadas venideras.
El quinto día de carrera presentaba un trazado más proclive a las emboscadas, con un puerto de segunda a unos 100 kilómetros de meta y un HC a unos 40. Como el día anterior, la maniobra era clara: gente por delante que llegado el caso pudiesen servir de lanzadera para ya el único jefe del equipo: Talansky. Con Cancellara aún cerca en la general (a unos 4 minutos), sólo Kwiatkowski, que había acabado dejándose 9 minutos en las rampas de Prati di Tivo, obtenía "permiso" del pelotón para fugarse. Pero la batalla se presentó en el primer puerto, cuando a un ambiciosísimo ataque de Evans respondían casi todos los favoritos... menos Purito Rodríguez, que cedía incomprensiblemente fatigado. La posibilidad de eliminar un rival y acercarme al top5, mi objetivo más realista, hizo que tocase zafarrancho de combate y acabase convirtiendo la etapa en un "todos contra Purito". Pero ante estos rivales, mi joven yanqui iba a ser poca cosa y en meta iba a ceder casi 8 minutos con el vencedor de la etapa, un excelso Evans que había ido reventando, uno a uno, a todos sus rivales. Kreuziger, su compañero de fuga hasta el repecho final, cedía 39 segundos en apenas un kilómetro. El líder Froome se dejaba 2 minutos, Nairo más de 4 y medio, Visconti 6 minutos y 40 segundos y Dani Moreno entraba sólo 30 segundos delante de Talansky. El resto por encima todos de los 9 minutos. Evans era el nuevo líder y dominador absoluto de la carrera.
Sólo restaban dos días de carrera y el segundo era una crono de apenas 9 kilómetros en la que, vistas las diferencias en la general, pocos alicientes más allá de la victoria de etapa podrían encontrarse. Así que el penúltimo día de carrera, con Talansky situado en la séptima posición de la general a más de 4 minutos del quinto, el británico Wiggins, y sobre un trazado plagado de pequeñas ascensiones más similar a una clásica que a una etapa de una vuelta, sólo quedaba una opción: atacar sin desmayo desde la salida y esperar que alguien claudicase. Por eso, cuando ya en la segunda subida del día, un paso estrecho en el que apenas cabían dos ciclistas en paralelo, un grupo de unos cuarenta corredores con los ocho Radioshack incluidos, quedaba cortado en cabeza y otro de unos sesenta relegado a casi 2 minutos en el que estaba todo el Sky al completo junto a Quintana y Visconti entre otros favoritos, la orden fue clara: tirar. Tirar como si no hubiese un mañana. Restaban casi 200 kilómetros para la meta, una auténtica locura, pero el botín conseguido hasta entonces eran tan despreciable que el intento merecía la pena. Durante 150 kilómetros se mantuvo un pulso precioso que sembró de cadáveres deportivos el recorrido. Pero el esfuerzo había sido brutal para todos mis chicos, los únicos interesados en mantener aquella insensatez. Así que primero Kwiatkowski, luego Talansky y finalmente Cancellara, acabaron exhaustos, llegando a meta como pudieron. El pulso se había perdido, así como el top10, pero se había ganado el corazón (pixelado) de los aficionados, con una de las etapas más memorables que se recuerdan en el PCM por estos lares. Para hacerse idea de la locura que fue, baste decir que el noruego Boasson-Hagen, noveno clasificado en la etapa, llegaba a más de 10 minutos. Fabian Cancellara, el Radioshack mejor clasificado, era vigésimo cuarto en la etapa, a más de 16 minutos.
¡Camina hacia la luz, Fabian! Cancellara encabeza la batalla de Porto Sant'Elpidio, el día que todo pudo cambiar
El último día, como bien se presumía, sólo sirvió para repartir una victoria de etapa más. Y en este caso, sobre un trazo completamente llano, el suizo no iba a encontrar rival, pese a la presencia de los otros reyes de la especialidad. Wiggins segundo a 9 segundos fue el único capaz de acercarse a Cancellara. El alemán Tony Martin iba a ser tercero a 26 segundos. La buena noticia fue el noveno puesto de Malori, inédito hasta ese día y que marcó durante muchísimo tiempo el mejor tiempo de la crono. La victoria del suizo iba a ser todo el botín que Radioshack iba a conseguir en esta Tirreno de 2013. Bastante escaso, desde luego. Pudo haberse logrado el top10 si no se hubiese peleado por algo más grande pero sólo las ratas corren con el puestómetro en la cabeza. En mi equipo no hay lugar para esas actitudes. Si no podemos ganar, nos daremos al menos el lujo de elegir como queremos perder.